Muy significativo ha sido, por ejemplo, la adaptación que ha tenido que hacer toda la población al uso de las mascarillas por la pandemia del coronavirus. Esta situación sirve perfectamente para entender que no todo el mundo se adapta de la misma forma a llevar equipos de protección, en este caso las mascarillas, muchos usuarios ni siquiera llegan a tomar conciencia de su utilidad para salvar vidas.

A pesar del estado de alarma global, no toda la población ha sabido adaptarse, ha habido casos graves de ansiedad, angustia, inseguridad… ciudadanos que con la mascarilla sentían dificultades para respirar con normalidad sin tener ningún problema físico. Se trataba de una inadaptación psicológica a la nueva situación, miedo extremo al contagio… Todos estos asuntos han de ser tratados por un psicólogo experto para que las personas puedan seguir llevando una vida normal y mantengan un estado de bienestar, y en el terreno profesional que puedan ejercer sus labores con eficiencia y normalidad.

No obstante, volviendo al tema central de este artículo, hablar de prevención de riesgos laborales significa hablar de mayor seguridad para los trabajadores. Un empleado con un buen equipo y con mucha formación, que haya participado en charlas informativas para reducir los siniestros que se producen en el entorno laboral es esencial, pero no es suficiente. Para que todos estos recursos puestos al servicio de la seguridad del trabajador tengan un verdadero efecto y sean eficaces, lo más importante es la actitud que los propios empleados adopten ante ellos.

En este sentido, cabe destacar que muchas empresas cuentan con todos los equipos necesarios para garantizar la seguridad de sus empleados, con la formación y el ambiente adecuado. Lo hacen ya sea por política e iniciativa de la propia empresa de salvaguardar la salud de sus trabajadores, por cumplir con la legislación vigente en materia de prevención de riesgos laborales, o por ambas razones. Sin embargo, el factor humano es vital para que no se produzcan accidentes. Es aquí donde entra en juego la psicología, concretamente la psicoprevención.

Se trata de una rama de la psicología laboral. Su intención no es otra que la de modificar la actitud de los trabajadores más reticentes a hacer un buen uso de los EPI y seguir las normas del plan de prevención de riesgos laborales del centro de trabajo y evitar posibles accidentes. Este área de la psicología estudia y entiende al trabajador en todas sus dimensiones. En este sentido, las organizaciones empresariales no solo deben tener en cuenta y garantizar la salud física de los trabajadores, sino también la salud mental. Por este motivo, es su obligación desarrollar planes que garanticen que no soporten una carga mental excesiva y se cumplen las condiciones de bienestar necesarias para desarrollar sus tareas.

El problema de base en la actualidad es que la psicoprevención se aplica en segundo plano, es decir, se hace uso de ella en última instancia, solo cuando las organizaciones empresariales ya han establecido todo lo que a prevención formal y rígida se refiere (tecnología, EPIs, formación, charlas…). Se aplica cuando descubren que los índices de siniestralidad no han bajado, o lo han hecho, pero no significativamente ni mucho menos todo lo deseable.

Para que un Plan de Prevención de Riesgos Laborales sea exitoso, la psicoprevención debe ser tomada en cuenta desde el primer momento como herramienta psicológica para evitar que se produzcan accidentes o lesiones en el trabajo. En este sentido, cuando una compañía se plantea establecer nuevos EPIs, debe plantearse al mismo tiempo la necesidad de aplicar intervenciones dirigidas a modificar la actitud de los trabajadores, que son los auténticos protagonistas y responsables de que sea eficaz. Este es el camino para lograr verdaderamente el objetivo de plan de prevención y acercarse lo máximo posible al 0% de accidentabilidad.